Por muy simples que puedan parecer, un nuevo estudio experimental ha
demostrado que los roedores, como los ratones, están en la vanguardia de la
revolución científica. El trabajo, publicado en la revista Science, jamás podría haber salido a la luz en el siglo XX, según
palabras de la psicóloga Stephanie Preston, de la Universidad de Michigan. Y no
solo habría sido denegado, sino también ridiculizado.
El artículo podría haber violado
la antigua prohibición en contra del antropomorfismo, es decir, la atribución
de rasgos o sentimientos humanos a los animales. Este tabú cobra sentido en
aquellos científicos que corren el riesgo de empatizar con los animales que
tratan. Pero ahora, la biología también está atacando al precepto contrario que
establece que los animales no humanos no tienen emociones, ni sentimientos, ni
vida interior. Ahora, los científicos están empezando a cuestionar ese antiguo
pensamiento.
La nueva investigación ha ido dirigida al ratón de campo, un animal social y monógamo, originario de la
mitad oeste de Norte América. Ambos sexos de la especie cuidan de las crías.
Cuando los investigadores aplicaban una pequeña descarga eléctrica a uno de
ellos, su compañero le acariciaba alrededor de 10 minutos, pues es la manera
habitual en la que los ratones de la pradera confortan a los miembros de su
familia.
No es la primera vez que los científicos han observado muestras de
amabilidad en los roedores. Un famoso
experimento del 2012 sugirió que también las ratas podían ser generosas. El
experimento se basaba en una caja, del tamaño justo para que cupiese una rata,
que podía abrirse desde fuera. Aunque costaba abrirla, en la mayoría de los
casos gastaban parte de su tiempo en liberar a su compañera, incluso si eso
suponía tener que esperar a comerse una pieza de chocolate y tener que
compartirla.
Los científicos siguen en
desacuerdo acerca de si el comportamiento de los roedores está motivado por la
empatía, pues tampoco se ponen de acuerdo en una única definición de
empatía. El biólogo Frans de Waal dice que algunos científicos definen empatía
como una forma de pensar, aludiendo a la habilidad de ponerse en el lugar del
otro. Los investigadores hacen referencia a esta interpretación como una teoría
de la mente, pues “requiere una capacidad cognitiva muy elevada”, dice de Waal
“y, obviamente, un roedor no puede llegar a alcanzarla”. Y a veces ni los
propios humanos.
El estudio demostró que, psicológicamente,
los humanos y los ratones reaccionan de la misma manera ante la angustia de un
compañero. Las partes que se activan en el cerebro son las mismas tanto en
humanos como en ratones, y cambian las mismas hormonas, especialmente la
oxytocina, asociada al cariño maternal y otras formas de vinculación afectiva
entre mamíferos.
Pero esto no ha sido un descubrimiento actual. Estudios de las décadas de los 50 y los 60 ya mostraban que ratas,
palomas y monos apoyaban y ayudaban a sus compañeros. Estos estudios fueron
ignorados y calificados de no científicos. Según Preston, lo que ha pasado es
que en el siglo XXI ha habido un cambio psicológico en relación a la
abominación que supone el antropomorfismo.
Lo que sí sabemos es que los seres vivos están relacionados mediante la
evolución, y que tanto los humanos como los ratones y las ratas que compartían
su chocolate forman parte de la misma rama familiar. Además, los científicos han observado cambios
neurológicos y hormonales similares asociados al comportamiento social en
humanos y en otros mamíferos. De Waal sostiene que hay también una
suavización en la línea que los científicos usan para separar los
comportamientos altruistas de los egoístas. En la vida real, dice, tanto los
egoístas como los altruistas están entrelazados. Cuando nosotros ayudamos a
otros dentro de nuestras comunidades o familias, lo vemos compensado con el
respaldo social que estos grupos nos proporcionan.
Los seres humanos son excepcionales a la hora de resolver problemas, el
uso del lenguaje, la destreza y la tecnología, pero el rasgo que más valoramos
de nuestra especie puede que no sea el que nos diferencia del resto de los
animales.
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