Tanto las aves
como los peces, los reptiles y otros mamíferos tienen, al menos, una cosa en
común con nosotros: duermen. El dormir
es una parte central y crucial de nuestras vidas. Aunque el sueño ha
fascinado a filósofos, escritores y científicos durante siglos, no fue hasta la
década de los 50 del siglo XX cuando se le dedicó una investigación. Desde
entonces, la ciencia ha revelado mucho acerca de la estructura y los patrones
del sueño. Aun así, sus orígenes y funciones siguen siendo un misterio.
Pero, ¿qué es
dormir? Estrictamente hablando, el término “dormir” solo es aplicable a
animales con sistemas nerviosos complejos. Sin embargo, es posible identificar
estados similares al sueño en invertebrados que nos permiten ampliar la
definición. Estos animales incluyen
ciclos de descanso y de actividad, una posición del cuerpo típica, falta de
sensibilidad y descanso compensatorio después de despertar. Los insectos en
particular tienen un estado muy similar al sueño, igual que los escorpiones y
los crustáceos.
Incluso los
microorganismos, que carecen de sistema nervioso, tienen ciclos diarios de
actividad e inactividad conducidos por los relojes internos del cuerpo. Los orígenes del sueño se remontan,
seguramente, al inicio de la vida hace 4 billones de años, cuando los
microorganismos cambiaron su comportamiento dependiendo del día y la noche.
Algunos investigadores consideran el sueño como una parte de la continuidad de
los estados inactivos encontrados a lo largo del reino animal. Una vez que conozcamos
qué aspectos del organismo se benefician de esos estados, podremos encontrar
una respuesta acerca de si los organismos simples duermen.
Todos los
animales con un sistema nervioso complejo duermen. Hay muchas explicaciones
posibles para el sueño que van desde que nos mantiene a salvo al ahorro de
energía pasando por la regulación de las emociones, procesar información y
consolidar la memoria. Pero, en vez de
buscar una función única y universal del sueño podemos centrar los estudios en
ver qué influencia tiene a nivel de organización biológica.
A nivel del
organismo en su conjunto, una función primaria del sueño es la regulación de la
actividad nerviosa autónoma como el ritmo cardiaco. Los desórdenes del sueño se asocian con relativa frecuencia a una
disfunción de este sistema nervioso autónomo, como un ritmo cardiaco
anormal. A nivel cerebral, el sueño consolida la memoria al reducir la cantidad
de información que viaja a lo largo del sistema nervioso central. Sin embargo,
la consolidación de la memoria también se produce cuando estamos despiertos. Al
nivel de las células nerviosas, el sueño también altera la puesta en marcha de
las neuronas y cambia su distribución temporal y sincronización de disparo a
través de redes celulares que pueden alterar su conectividad. La regulación de
la conectividad de la célula nerviosa, llamada homeostasis sináptica, puede
ayudar a prevenir que el sistema nervioso se sobrecargue. Un rol desatendido del sueño en los humanos es el aislamiento social pues,
como animales sociales, es posible que debamos dormir para consolidar las
reglas y conocimientos de nuestras vidas sociales complejas.
El cerebro puede estar despierto y dormido
a la vez. Este fenómeno es bien conocido en focas y delfines, animales que
pueden dormir “por un hemisferio”: mitad de su cerebro está despierto y la otra
mitad dormido. Un estudio hecho con ratas demostró que, tras un insomnio
prolongado, algunas neuronas se apagan y tienen la misma actividad que cuando
el cerebro está dormido. Este estado cerebral va acompañado por ocasionales
lapsus de atención. Los investigadores se preguntan si el sueño es un estado
global o si el proceso de dormir puede,
de alguna manera, ser regulado localmente. En un principio, parece que la
opción más probable es la segunda, pues las regiones más activas del cerebro en
estado de insomnio, por ejemplo, son las más inactivas cuando se duerme durante
gran cantidad de tiempo.
Mientras
dormimos, en el cerebro ocurren complejos cambios. Esto puede observarse con un
electroencefalograma que mide la actividad cerebral y lo asocia con las ondas
cerebrales. Además de los cambios en la actividad cerebral, el sueño también se caracteriza por una
reducción en la frecuencia cardíaca de diez latidos por minutos, una caída de
1-1’5ºC en la temperatura corporal y una reducción en el movimiento y
sensación.
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