Como diría Juego de Tronos, “Winter
is coming”. Al menos en el hemisferio norte. Es tiempo por tanto de sacar
los abrigos, los guantes gruesos y las botas de agua, pero también es momento,
si el estudio realizado por Mirko Trajkovski de la Universidad de Geneva es
correcto, de que tus bacterias remodelen
tus intestinos para mejorar su capacidad de absorber nutrientes antes de
que vengan las nevadas. El trabajo del Dr. Trajkovski, recién publicado en Cell, se ha hecho sobre ratones, pero
experimentos anteriores han probado que los resultados obtenidos en ratones en
área de biología pueden aplicarse también en humanos. Si este caso también es
cierto, supondrá que una gran parte de
la capacidad termorreguladora humana está controlada por sus microbios.
El grupo de investigadores del Dr. Trajkovski estudia la obesidad y la
resistencia a la insulina, la última causa de que muchas personas sufran
diabetes posteriormente. Estudios
anteriores han revelado que los animales obesos, entre los que se incluye a los
humanos, tienen diferentes
combinaciones de microbios, lo que se conoce como microbiomas, en sus intestinos en relación con los
animales de peso normal. Además, por lo menos en ratones, modificando esa
mezcla se puede combatir a la obesidad sin un cambio en la dieta. Una línea de
investigación llevada a cabo por el grupo estudia los microbios murinos. Y una
pregunta que se hicieron fue qué efecto podía tener a temperatura ambiente.
Para responder a esta pregunta,
decidieron repartir a los ratones objetos de experimento en dos tipos de
ambientes durante un mes. El primero de ellos tenía una temperatura constante
de 6ºC, y en el segundo la mantuvieron a 22ºC. El equipo pesó a los animales en
intervalos regulares, además de conservar muestras de heces y de sangre pare
determinar la sensibilidad de los sujetos a la insulina. Puesto que la insulina acelera la quema de las células de glucosa, el
animal más sensible será el que más glucosa queme y el que más calor generará.
Basándose en resultados anteriores, el Dr. Trajkovski suponía que el
ratón que se encontraba en un ambiente más frío perdería peso con mayor rapidez
al necesitar quemar constantemente sus reservas para mantener el calor, siendo
lo que ocurrió durante los primeros días. Después de cinco o diez días, sin
embargo, ocurrió algo inesperado. A pesar de que sus raciones de alimento no
habían aumentado, empezó a engordar. Tratando de buscar una solución, el equipo
calculó el valor calórico de las heces para evaluar cuantos nutrientes habían
adquirido los ratones de su comida. También observaron los datos de
sensibilidad ante la insulina.
Descubrieron que los ratones expuestos a un ambiente frío comenzaron a
ser un 50%, a lo largo del experimento, más eficientes a la hora de absorber
nutrientes de la comida. Los que estaban a mayor temperatura, sin embargo, no
mostraron cambios en su eficiencia digestiva. Los primeros también demostraron
ser un 40% más sensibles a la insulina mientras que los de clima caluroso no
mostraron tampoco ningún cambio. Esto
quiere decir que los ratones de la cabina fría no sólo son capaces de obtener
más nutrientes de su comida, sino que también mejoran quemándolos y, por tanto,
generando calor.
Asociando esto a la obesidad, el Dr. Trajkovski supone que el microbioma
intestinal debe tomar parte en estos impredecibles resultados. Así, el equipo
repuso los experimentos y tomó muestras de la flora intestinal de los animales.
También observaron las paredes intestinales de los roedores para ver si su anatomía
había cambiado para absorber con mayor facilidad los nutrientes de la comida. La flora intestinal de los dos grupos de
roedores era completamente diferente. Curiosamente, en los ratones del entorno
frío se destacaba la falta de una especie llamada Akkermansia muciniphila que tampoco suele aparecer en el intestino
de la gente obesa. Además, estos ratones también presentaban una anatomía
diferente. Sus vellosidades, las
pequeñas protecciones de la pared intestinal que absorben el alimento, eran un
50% más largas que las de los ratones que vivían a 22ºC.
El Dr. Trajkovski y sus compañeros hicieron que un ratón nacido en
temperatura ambiente y en condiciones asépticas tuviera la bacteria,
recogiéndola de alguno de los ratones que habían estado tanto en medio frío
como en caliente y trasplantarla en su intestino. Después de dos semanas,
aquellos ratones que habían sido trasplantados con células de ratones de medio
frío habían desarrollado un sensibilidad a la insulina, tolerancia al frío y
había aumentado la longitud de sus vellosidades. Los ratones que habían sido
trasplantados con bacterias de los roedores de medio caliente se parecían a
ellos.
Para terminar el experimento, el equipo añadió un poco de A. muciniphila al intestino de aquellos
ratones que habían recibido trasplante de los roedores de la cámara fría para
ver cómo respondían tras la reintroducción. Estos ratones comenzaron a perder
peso y, cuando los investigadores examinaron de nuevo sus intestinos dos
semanas más tarde, descubrieron que la longitud de las vellosidades había
recuperado el tamaño normal. El Dr. Trajkovski sigue trabajando acerca de cómo
la bacteria causa tales cambios. Pero la
idea está clara: los ratones, y, probablemente, los humanos, tienen parte del
termostato de su cuerpo en manos de subcontratados.-
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