Algo
llamado Methylococcus capsulatis no
suena muy apetitoso a la hora de añadirlo a una comida, ¿verdad? Pues el doctor
Alan Shawn, según The Economist, ha comenzado a alimentar a salmones
introduciendo un producto de estas bacterias en su dieta.
Este
doctor en biotecnología y CEO de Calysta, una empresa que se dedica a la
creación de productos industriales a raíz de recursos sostenibles, compró esta
tecnología, desarrollada por la empresa noruega Statoil, en 2014. Desde
entonces la ha estado perfeccionando.
Por
suerte, los salmones no son unos comensales muy estrictos a la hora de ingerir
alimento, por lo que no ponen muchos problemas en ingerir estos metanótrofos
(bacterias que metabolizan metano) como Methylococcus
capsulatis, que hemos comentado antes.
La idea sería aprovechar el bajo precio de la propagación del gas natural
producida por el fracking para reproducir Methylocci en masa.
Shaw se
ha centrado principalmente en hacer la vida de estas bacterias lo más
confortable posible. Debido a la geometría interna de los reactores en los que
viven, está diseñada para mantenerlas en constante contacto con el suficiente
metano para crecer, el suficiente aire para que respiren y el suficiente
amoníaco para que produzcan nitrógeno. Además, junto con el carbono y el hidrógeno
que se encuentra en el metano, se forma un bloque fundamental de aminoácidos
con el que las proteínas están hechas.
La Methylococci tampoco actúa sola. Los reactores en realidad contienen un mini
ecosistema que incluye otras especies de bacterias, conocidos como
heterótrofos, que absorben los productos metabólicos de más rápidamente que lo
que haría el Methylococcus. La adición de estos herótrofos a la mezcla, hace
que Calysta pueda aprovechar de una manera más eficaz los recursos del gas con
el que se alimentan sus bacterias.
A día
de hoy, el mundo produce unos 5 millones de toneladas de comida para pescado
por año, un número que se ha mantenido constante en las 4 décadas anteriores y
que está limitado por el tamaño de la industria pesquera. La demanda, por el
contrario, está creciendo entre un 6 y un 8 por ciento al año, ejerciendo
presión sobre los precios. Esto ha llevado a algunos piscicultores a adoptar
sustitutos a basados de soja para poder hacer frente a esta tendencia. Estos,
sin embargo, pueden producir inflamaciones en las agallas de los peces. Con la
solución del Dr. Shaw, esto no ocurre.
Este
método desarrollado por Calysta prevé
que puede producir unas 8000 toneladas de alimentos para peces en un año, a un
coste muy por debajo de los 2000$ (que es a lo que se vende actualmente la
tonelada de alimento para peces) y que podría estar disponible para 2018.
Si esto
llega a ocurrir, puede revolucionar la industria pesquera. Además se nos puede
plantear un nuevo escenario, ya que si esto se consiguiese hacer en peces,
¿cuánto tardaríamos en aplicarlo en animales de granja? ¿Qué pasaría con la
agricultura dedicada a producir alimento a estos animales? ¿Podría llegar un
día en el que los humanos nos alimentemos a base del sistema del Dr. Shaw?
Este artículo apareció el 25 de abril en The Economist.